Reseña a "El Jockey"
Actores increíbles habitando un mundo surrealista, donde distinguimos una versión idealizada de la vieja Buenos Aires. Es una premisa perfecta, donde hacen falta más diálogos.
Se estrenó lo que promete ser la nueva representación de Argentina en los Premios Oscars. Convocada por esta premisa, voy ansiosa al cine, esta vez porque es más barato y amiguero: el cine Lorca. Sin saberlo, es el lugar ideal para sumergirse en el mundo que plantea Ortega.
Las carreras de caballos, para un público más progresista, son un universo desconocido. Sin embargo, en la película entendemos cómo forman parte del país en que vivimos. Hay descampados y lugares que prometen ser muy elegantes, pero que a la vez tienen ese costado oscuro donde trabajan los peones y los pequeños cambiadores, donde están los jockeys.
Ortega propone, a partir de una estética muy singular y marcada (ya vimos su estilo desde “El Ángel”), un recorrido nostálgico por la ciudad de Buenos Aires desde la perspectiva de una persona completamente perdida.
¿Cómo es el estilo?
Es una mezcla de gran colorimetría y planos detalle que logran apreciar los pequeños objetos de este mundo: las drogas para caballos en un estante de vidrio, la virgen con todos los accesorios al final del túnel de los jockeys, y los establos que son tanto usados para caballos como para los protagonistas. Además, las locaciones te transportan a otro Buenos Aires.
El tiempo no es claro; es una nebulosa atemporal. El protagonista tiene todos los vicios del presente (ketamina), pero gracias a Dios no se ve ni un celular.
El mundo atrapa; sin embargo, al resolverse el primer conflicto planteado por la película, uno como espectador siente que ya se está volviendo redundante y no se entiende hacia dónde se está yendo. Y creo que es un poco lo que se buscó.
Desfile de talento
Más allá de estas cuestiones de “trama”, hay un acierto total con respecto al elenco. Desde el icónico Carnaghi hasta una estrella consagrada como el actor mexicano Daniel Giménez Cacho.
Algo funciona y es la entrega de los actores a este mundo, donde hay un surrealismo dando vueltas.
Siempre es un gusto ver la interpretación de Nahuel Pérez Bizcarra. Hay algo destacable en su personaje, que no habla hasta casi el minuto 15 de la película y tiene pocos diálogos. Igualmente su presencia está cargada por todo ese pasado que lo acompaña, lo que le confiere una fuerte impronta.
También es un regalo ver a Úrsula Corberó en un personaje que plantea ser fuerte, pero que tiene una mirada indefensa y una incertidumbre que la carcome. Fuerte y vulnerable a la vez.
No pongas alarma
Ya en la vorágine, se vuelve difícil apreciar películas que tienen otro estilo. Para nada busca ser snob o “especial”. Es simplemente otro estilo que ya no sirve todo en bandeja para que el espectador entienda y se lleve a su casa el cuentito resuelto. Tampoco hay una reflexión profunda del vivir y la existencia. A veces sólo da gusto hacer cine y animarse a correrse un poco de la línea de tiempo más si el elenco acompaña.
-Rocio Pinilla